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miércoles, 29 de febrero de 2012

BIOLOGÍA Y AGRESIVIDAD

Si bien es cierto decir que la violencia está condicionada por factores sociales y culturales, también hay factores biológicos y genéticos que favorecen dicha conducta agresiva.


En primer lugar, hay numerosos estudios que apuntan a que los niveles de serotonina influyen en este tipo de conductas ya que la serotonina inhibe la agresión impulsiva. Se han encontrado niveles bajos de 5-HIAA (que es el principal metabolito de la serotonina) en el líquido cefalorraquídeo en sujetos con comportamiento impulsivo y violento, en personas con desórdenes de personalidad que mantienen una conducta agresiva durante toda su vida, y además, en personas que se han intentado suicidar. Es más, se ha demostrado que en EEUU en el 34% de las conductas extremadamente violentas, el alcohol está relacionado con niveles bajos de 5-HIAA en el líquido cefalorraquídeo. Sin embargo, la hipótesis de Linnoila es que el nivel de 5-HIAA está relacionado con la impulsividad y no con la violencia ya que en dos grupos igual de violentos los que eran más impulsivos registraron menor nivel de 5-HIAA en el líquido cefalorraquídeo que los que habían planeado sus acciones. También, hay estudios que demuestran que en los esquizofrénicos violentos no existe esta reducción.

Asimismo, la disminución de la enzima MAO se halla en las plaquetas de personas violentas detenidas por agresión y en hombres con retraso mental y conducta violenta. Hay un experimento en el que un ratón knockout está genéticamente modificado para no tener la enzima MAO y éste tiene comportamiento agresivo.

Otra enzima relacionada con la conducta agresiva es la COMT cuyo polimorfismo se asocia con las agresiones en esquizofrénicos. Hay que mencionar, además, que aunque el polimorfismo es transmitido genéticamente, la manifestación del gen depende de otras interacciones genéticas y del medio ambiente. Por ejemplo, los padres biológicos que tienen una conducta criminal la transmiten a sus hijos con una probabilidad cuatro veces mayor comparada con la de su hermano adoptivo que no tiene antecedentes criminales. 

En cuanto a las regiones dañadas del cerebro que pueden producir actos agresivos cabe mencionar que desde 1835 se recogieron casos de personalidad antisocial después de sufrir una lesión del lóbulo frontal. Estudios más actuales demuestran que adquirir una lesión frontal antes de los ocho años es un factor de riesgo para que en la adolescencia se tenga una conducta impulsiva, agresiva y antisocial. El 14% de los Veteranos de la guerra de Vietnam que tuvieron una conducta criminal después de sufrir una herida de guerra tienen lesión frontal, y, además, el 57% de los criminales violentos a los que se le han hecho pruebas neuropsicológicas tienen esta lesión. Asimismo, estudios realizados con Resonancia Magnética en criminales violentos con psicopatía demuestran que hay una reducción del volumen del manto cortical pre-frontal, al igual que estudios funcionales de PET y SPECT a agresivos afectivos y asesinos indican una reducción de la tasa metabólica frontal bilateral.

Las personas con daño de la corteza orbito-frontal tienen dificultad para procesar expresiones de ira así como identificar estas expresiones en otras personas y no pueden parar la agresión ante estímulos de diferente orden. Los psicópatas pierden el control de los circuitos frontal-amígdala cuyo resultado es que no pueden impedir actuar con violencia y no sienten culpa por el sufrimiento de su víctima.


Por otra parte, hay dos estudios realizados con personas violentas que demuestran que tienen regiones del cerebro que son diferentes a las personas que no lo son. En el primer estudio, Guido Frank (científico y físico de la Universidad de California) demuestra que las personas más violentas presentan una mayor actividad en la amígdala y una menor actividad en el lóbulo frontal. En el segundo estudio, realizado con 792 asesinos y 704 individuos con una conducta normal, Adrian Raine (neurocientífico de la Universidad de Pensilvania) demuestra que los asesinos presentaban un tamaño menor de la corteza prefrontal y menor actividad en dicha región, y también, daños en otras partes del cerebro como la corteza prefrontal dorsal y ventral, en la amígdala y en el gyrus angular. Este estudio cuenta con un meta análisis que confirma esta hipótesis.


A pesar de todo, hay investigaciones efectuadas tanto con animales como con humanos, que insinúan que el entorno influye fuertemente en el cerebro, y, por lo tanto, la biología y la conducta pueden cambiarse, y, un individuo con tendencia genética a la agresividad si recibe afecto y cuidados durante la infancia puede reducir la probabilidad de convertirse en un adulto violento.

Esta imagen muestra las partes del cerebro relacionadas con la violencia.





Por último, durante mucho tiempo se ha creído que hombres con el síndrome 47, XYY (el síndrome del "súper hombre"), tenían más probabilidades de ser agresivos o de convertirse en criminales. Sin embargo, esta hipótesis nunca ha podido ser confirmada. En cambio, la defensa en los juicios contra asesinos con esta mutación la han utilizado para justificar la conducta de estos sujetos. Para más información de la criminología y sujetos con este síndrome consultar la página: http://www.gorgas.gob.pa/museoafc/loscriminales/criminologia/cromosoma.html


En conclusión, los factores biológicos incrementan la posibilidad de que un individuo manifieste una conducta agresiva pero como indica Craig Ferris, neurólogo de la Northeastern University de Boston, “no somos esclavos de nuestra biología”. 

Los videos siguientes pertenecientes a un capítulo de la serie "Mentes criminales" muestran la necesidad biológica que tiene un adolescente de matar a una persona.






Otros enlaces de interés
http://www.youtube.com/watch?v=eRxLujpumYQ (Robert Sapolsky: factores biológicos relacionados con la agresividad).
http://www.youtube.com/watch?v=BK9UbGt5p1Y (Corteza prefrontal y agresividad)


BIBLIOGRAFÍA:
http://www.medicosecuador.com/revecuatneurol/vol11_n3_2002/violencia.htm